jueves, 30 de julio de 2009

Los encantos del Metro

jueves, 30 de julio de 2009
El metro de la Ciudad de México... ha sido (y seguramente es) la inspiración para crear canciones, novelas o lo que sea, de hecho me gustaba, pero eso fue hace muchos años, ahora es todo lo contrario: el servicio, las instalaciones, los trenes, el tiempo de espera y de viaje o cada elemento que indicara que este servicio forma parte de una ciudad cosmopolita es un cuento.
Supongo que habrá tenido sus días de gloria porque indicaba un paso más hacia la modernidad, claro, eso fue en 1969 cuando México tenía una economía menos mala que la de ahora.
En estos días subirse al metro es toda una aventura de surrealista o toda una pesadilla; en la mañana o en la tarde- que es cuando hay más gente- es normal (?) ver a un tipo metiéndole mano o repegandose a una chava y en el peor de los casos a una señora que bien podría su madre, también es usual ver a las mujeres indígenas que permiten, sin temor alguno, que sus niños jueguen a unos pasos de la orilla del andén. Cuando el metro va un poco vacío los vagoneros se suben a vender sus Cd's de música, eso sí tienen de cuaquier género, desde los Crindens hasta las de Camilo Sexto, es más, ya van incluídos los videos, todo por 10 PESOS, y la sordera que puedan llegar a producir sus amplificadores ya está incluida en el precio. Hay que aclarar, no nada más hay venta de Cd's, hay de dulces, de pasitas y cacahuates (los más solicitado aunque sean rompemuelas), de tarjetas de caricaturas, de revistas para cocinar, de "libros" con oraciones católicas y cristianas, etc... Lo peor es que afuera es lo mismo, hay más banqueta para sus productos que para el peatón.
Las mujeres "tenemos" los primeros vagones para nuestra seguridad, está muy bien, lo malo no es soportar a nuestras congéneres untarse una buena capa de maquillaje aceitoso después de tocar con las manos, barandales, pasamanos y sepa Dios qué más, supongo que vale la pena, la mayoría termina muy presentable al terminar su viaje; pero eso no es lo malo, lo malo es que se suben los hombres y apañan un lugar y aunque se suba una dulce ancianita de cabeza blanca y con bastón, los susodichos fingen dormir para no ceder el asiento, es más fácil que una de nosotras lo hagamos, hay quienes somos muy damas.
Todo lo anterior puede pasar en un día y en un sólo viaje, no faltan las bolseadas, las mentadas o las miradas de pistola pero tampoco los coqueteos furtivos, los caballeros, una que otra sonrisa o una amena plática express, creo que estas pocas cosas es lo que hace soportable el camino.

Un día bueno es cuando hay rapidez y no hay tanta gente ¿y cuándo es eso?... vagamente lo recuerdo ... Hay tantas historias y quejas del metro, pero hoy éstas son suficientes. Sólo queda ser más paciente y tolerante si no es imposible exisitir en esta ciudad, ni modo AQUÍ NOS TOCÓ VIVIR, diría Cristina Pacheco.

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